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Xosé Lois García

La revolución del poema en Che Guevara

La revolución del poema en Che Guevara

La revolución del poema en Che Guevara
Xosé Lois García
Rebelión
Ernesto Guevara, el Che, desde su niñez en Rosario (Argentina), estuvo familiarizado con la buena poesía, dado que su madre era una asidua lectora de Baudelaire, Rimbaud y de otros poetas de lengua francesa que los leía en su original. El amor a la lectura poética le viene al Che de esta herencia familiar que ya de adulto tiene sus gustos especiales y particulares por la poesía hispanoamericana. A pesar de él comentar en muchas ocasiones que era un poeta frustrado ha demostrado que los nueve poemas que ha escrito son de permanente impacto.


Digo de impacto porque yo, particularmente, he tenido esa sensación cuando leí por primera vez los poemas del Che, publicados en 1979 en la Colección Visor de Poesía (Madrid), edición del poeta y escritor uruguayo, Mario Benedetti, titulada: “Poesía trunca. Poesía latinoamericana revolucionaria”. En sus páginas preliminares nos advierte Benedetti: “Esta es una antología muy particular, que incluye a veintiocho poetas latinoamericanos que dieron sus vidas por la causa revolucionaria, y en la que la mayoría de ellos murieron en plena juventud”. Exactamente, todos ellos fueron asesinados por estar vinculados a una causa noble como es la lucha contra el colonialismo en Latinoamérica y que sus acciones fueron truncadas. El título de trunca, viene precisamente de un verso del Che, que dice: “Te comprendo, golondrina truncada”, del poema, “Despedida a Tomás”.


Con anterioridad a esta antología de Benedetti, yo había leído a Javier Heraud, a Otto René Castillo, a Roque Dalton, a Francisco Urondo y a muy pocos más de los que figuran aquí. Y me impacto, en esta antología, ver los poemas del Che que yo desconocía y muy pronto me familiaricé con ellos desde diversas perspectivas y perfiles. Y fui abriendo en mi esquema mental un lugar para aquel mosaico en que figuraba el Che insurreccional, teórico marxista e intérprete de la lucha de clases y de tantas otras materias sociales y existenciales.
Antes de entrar en materia e intentar descarnar los poemas del Che, quisiera entrar en los gustos poéticos que él tenía y su admiración por ciertos poetas de su entorno y de su simpatía ideológica. Pablo Neruda, por su “Canto General”, fue el poeta que el Che tuvo el lujo de escribir una de las mejores páginas que la crítica le ha hecho a este libro. Para el Che era un libro de cabecera o de mochila dado que cuando fue asesinado en Bolivia llevaba “Canto General” de Neruda. Otro de los poetas que estaba dentro del habito de la lectura poética del Che era el peruano Cesar Vallejo y los españoles Federico García Lorca y León Felipe, a este último conoció en el exilio y tuvo relaciones epistolares con él. Dada esta premisa sobre los gustos y preferencias de la lectura poética del Che, digamos que ese vínculo que él ha tenido con la poesía no ha sido el más divulgado. Estamos hablando de un enorme y sensible poeta humanista, metafísico y existencial, su proyección poética nos es de gran valía para conocer los sentimientos del intelectual, del marxista, del revolucionario, del guerrillero, del economista, del hombre de Estado y del internacionalista, llamado el Che.


He aquí el poeta de las grandes dimensiones intelectuales y perceptor de que el poema es el arma eficaz para consolidar y luchar por las grandes causas y en favor de los desposeídos del mundo. El Che, recluido en la poesía y a pesar de decirnos que era un poeta frustrado, la escribió en México entre 1954 y 1956, los nueve poemas que de inmediato vamos a comentar. Son poemas escritos en el periodo muy próximo de irse a Sierra Maestra. Por tanto, estamos ante un poeta que es un ideólogo convicto y que conoce muy bien cada uno de los espacios políticos de Latinoamérica. Conoce in situ sus débiles infraestructuras, a sus gentes sumidas en la pobreza y, también, a las clases dominantes y opresoras. Porque aquellos viajes en bicicleta y en moto le sirvieron para conocer y censurar las “Venas abiertas de América latina”, como nos manifiesta Eduardo Galeano.


Aquí, pues, es en donde encontramos al poeta errante con su poesía a cuestas, con el recuerdo y el tempero en la mente y con todas esas gentes humildes en el corazón. En el poema titulado: “De pie el recuerdo caído en el camino”, leemos la siguiente estrofa:

“Esa mirada circular y fuerte
en un mágico pase de muleta
esquivó en mi ansia toda meta
convirtiéndome en vector de la tangente”.

Estamos ante un poeta profundo, que sabe economizar la metáfora y en ella esconder las aguas transparentes para saciar la sed de los que carecen de justicia social. Sabe de los dones y de las dádivas de la metáfora y por eso la emplea en momentos claves en que la memoria es el mejor testigo de recuerdos y penurias.
Pero el Che es el poeta que más allá de la metáfora sabe que la poesía, en sus artilugios y osadías, es un arma a emplear verbalmente en denuncias e incitaciones. Él sabía, puntualmente, que la poesía es el gran milagro de la humanidad, con la que se crean mundos y se estimulan conciencias. Y ya en los primeros poemas del Che, observamos esa arma que usa el poeta para denunciar al imperialismo yanqui, al decir:

“De una joven nación de raíces de hierba
(raíces que niegan la rabia de América)
vengo a ustedes, hermanos norteños.
Cargado de gritos de desaliento y de fe,
vengo a ustedes, hermanos norteños,
vengo de donde venimos los “homo sapiens”,
devoré kilómetros en ritos trashumantes;
con mi materia asmática que cargo como una cruz
y en la entraña extraña de metáfora inconexa”.

He aquí el hombre revelado en poeta para denunciar, en clave épica, las estructuras de la deshumanización, de la crueldad y de la rapiña imperialista. Por esto es que la poesía del Che no forma parte de ninguna escolástica de silencios. Es en ella, donde lo empírico del verso restituye del silencio el no callarse y el no rendirse. Es así como podemos ver en estos versos como un sureño desafía con la palabra en ristre el poder del norteño. En este poema hay versos premonitorios que señala que “La ruta fue larga y muy grande la carga”. Y en otro verso: “Estoy solo frente a la noche inexorable”. Todo este tejido de versos esclarece la ruta y la carga que hay que andar y descargar. En esta llamada de atención y de restitución emerge el filo de la ideología de la liberación humana. Surge aquí la poética del hombre nuevo que el Che esclarece y fornece aquella emanación de la utilidad poética al servicio de los oprimidos. El Che tenía muy claro el desfase de la poesía de salones y de los poetas que cantaban a lo lúdico en juegos florales frente a una poesía de contundencias y de emancipaciones. Rescatar la memoria del oprimido para poder ilustrar la esperanza y la libertad será siempre un acto revolucionario y la poesía su arma fiel. Cuando nuestro poeta contempla las injusticias a lo largo del continente, dice:

“Me vuelvo en el límite de la América hispana
a saborear un pasado que engloba el continente.
El recuerdo se desliza con suavidad indeleble
como el lejano tañir de una campana”.

En el poema titulado: “Despedida a Tomás”, el Che prima una serie de conceptos básicos y doctrinariamente marxistas. Nos ubica plenamente en el contexto de la lucha de clases y es aquí donde su empirismo poético esclarece muchos caminos desandados que así lo explicita:

“Tengo no obstante una fórmula mágica
-creo que la aprendí en una mina de Bolivia,
o tal vez chilena, peruana o mexicana,
o en el destroncado imperio del Sonora,
o en un puerto negro del Brasil africano,
o tal vez en cada punto una palabra-“.

Con todo este aprendizaje de una mina cualquiera o de un puerto cualquiera de Hispanoamérica, el Che se transforma en explotado proletario o campesino del pueblo. Pero también en el poeta del pueblo. Ser poeta del pueblo y para el pueblo, el Che tuvo que renunciar a muchas cosas, poner al pueblo por encima de su asma o de su estatus de médico. Pero el poeta del pueblo es aquel que no sólo canta al pueblo si no que aporta con la dialéctica del verso y del fusil la liberación de los trabajadores oprimidos. Y este término nos lo revela Ernesto Che Guevara, en estos términos:

“Y entonces, poeta blancuzco de cuatro paredes,
será el cantor del universo;
entonces, poeta trágico, delicado, enfermo,
serás un robusto poeta del pueblo”.

Pero el Che no sólo es el poeta que incide en las desventuras de los pueblos humillados. Los recursos de su poesía emanan de muchas otras dialécticas. Su discurso poético no se cierne a una obsesión o a una eventualidad, sino que su creación poética es fruto de su pragmatismo, de la observación y de la praxis. Como buen marxista que era, el tema contestatario, social, de subversión y de crítica existencialista los tenía supeditados a la idea del conflicto de la lucha de clases. La ideología del Che no era estática en ningún momento, porque la dinámica de su dialéctica le llevaba a comprender la evolución de la humanidad y del pensamiento social que cada sociedad tuvo en el contexto de tiempo y espacio. Por eso es que no nos resulta extraño pero certero su poema dedicado al río Nilo, en el cual expresa:

“Si hoy le canto al ayer de muerta piedra
y convoco los recuerdos de Tebas,
es que el presente aflora en tu pasado”.

El Che nos señala que para conocer el presente tenemos que rescatar y bucear en el pasado. Las lecciones del pasado esclaren bastante ese camino tenebroso del presente y del futuro. Aquí expone la dialéctica del proceso evolutivo y de las conquistas originarias de ese animal social, llamado hombre. El Che, en su poesía, expone una serie de referencias históricas que ilustran los diversos parámetros por los que la humanidad ha evolucionado gracias a sus luchas. Desde aquella lejana cultura de Egipto, forjada con sus mitos y sus realidades al lado del caudaloso Nilo, hasta llegar a las últimas tecnologías del mundo actual, el Che rescata todos sus iconos recomponiéndolos como un puzzle, hasta llegar a esa lucha de clases o de naciones que se manifiesta en la guerra entre egipcios e israelíes.
En varios poemas del Che está la presencia de lo telúrico, como no podía ser de otra manera. El hombre no es un objeto aislado del factor medio y del factor tiempo. Las fuerzas telúricas nos imponen sus límites y también sus sabias respuestas por las cuales podemos superar contradicciones. Esto no es nuevo en varios compendios de análisis económicos que nos ha dejado el Che, pero si que en su poesía el concepto histórico-crítico no deja de ser novedad.
En el poema, “Palenque”, el Che vuelve a recomponer ese puzzle con la piedra de las pirámides cultuales de los mayas, destruidas por el invasor español en Palenque y tergiversadas por el arqueólogo y antropólogo de turno. Ese gringo que domina todo pero al mismo tiempo desconecta de todas las realidades del antaño y del presente. El Che estuvo en Palenque, Tikal y Chichén-Itzá, y supo que el arqueólogo norteamericano Morley había clasificado a estos yacimientos arqueológicos como de segunda categoría. Y el poema del Che es así de explícito:

“Algo queda vivo en tu piedra
hermana de las verdes alboradas,
tu silencio de manes
escandaliza las tumbas reales.
Te hiere el corazón la piqueta indiferente
de un sabio de gafas aburridas
y te golpea el rostro la procaz ofensa
del estúpido “¡oh!” de un gringo turista.
Pero tienes algo vivo.
Yo no sé qué es,
la selva te ofrenda un abrazo de troncos
y aún la misericordia araña de tus raíces”.

Este es un poema de crítica real que solo lo logra un poeta de una inmensa dosis de sensibilidad como demostró tener el Che. Si deshilvanamos todo el poema y lo jerarquizamos veremos en una sola unidad varios componentes de crítica a realidades muy distintas y muy distantes. La fecunda y poderosa arquitectura hecha a la medida de las necesidades del pensamiento y de la cultura maya, depredada por los españoles, sirve de distracción al ocio de los gringos. Pero toda esa dispersión de piedras son oráculos vivos de una cultura despreciada y de una gente explotada.

El poeta Che Guevara nos ofrece en su entrega poética varios registros temáticos y en todos ellos queda expresado su talento y su talante en el dominio del verso. Pero en uno de ellos, titulado: “Vieja María, vas a morir” nos retrata la triste experiencia de una vieja lavandera, María, que el Che la convierte en el prototipo de todas las mujeres latinoamericanas que están sometidas a una doble explotación, la de la pobreza y la de ser mujer. Este lamento emocionado que el Che construye lo podíamos catalogar como uno de los grandes poemas contemporáneos del realismo trágico. Es en este poema, con toda su carga existencial, donde el poeta ha llegado a su cenit. Es un poema, sin duda, antológico que transciende y trasvasa lo social hacia lo trágico. El discurso poético que empieza por un lamento gradualmente en ascenso y que el poeta le introduce sentencias de esperanza para la prole de María que le rodea en su lecho de muerte.

El Che, ejerciendo de médico y de poeta, frente a la agonía de la vieja María, proclama la poesía como el medicamento moral y del espirito de quien espira y le recuerda en estos fértiles versos:

“Tu vida fue un rosario completo de agonías,
no hubo hombre amado, ni salud, ni dinero,
apenas el hambre para ser compartida;
quiero hablar de tu esperanza,
de las tres distintas esperanzas
que tu hija fabricó sin saber cómo.
Toma esta mano de hombre que parece de niño
en las tuyas pulidas por el jabón amarillo.
Restriega tus callos duros y los nudillos puros
en la suave vergüenza de mis manos de médico.
Escucha, abuela proletaria:
cree en el hombre que llega,
cree en el futuro que nunca verás”.
Ni reces al dios inclemente
que toda una vida mintió tu esperanza;
ni pidas clemencia a la muerte
para ver crecer a tus caricias pardas;
los cielos son sordos y en ti manda el oscuro;
sobre todo tendrás una roja venganza,
lo juro por la exacta dimensión de mis ideales
tus nietos todos vivirán la aurora,
muere en paz, vieja luchadora”.

El poema tiene dos tiempos reiterados, para seducirnos en el énfasis que hace de la vida de la moribunda María. El poema, además de ilustrarnos de las carencias de la clase trabajadora, nos lleva a esa plasticidad realista de vejaciones que ella tuvo que soportar y que le atribuye el médico-poeta, desde su concepción del materialismo histórico. El Che le recomienda a no rezar y a morir íntegramente con la esperanza de que sus nietos caminarán por tierra liberada.
Si las crónicas, las historias, los audiovisuales no existieran para informarnos de los que sobreviven y mueren en un universo explotado, bastaría este poema para tener información de la penuria y del dolor que asiste a millones de desheredados como María. Este pensamiento fúnebre nos hace reflexionar sobre el talento poético del Che. Por esto, el también poeta, Miguel Barnet escribió este poema conmemorando al heroico guerrillero:

“Che, tú lo sabes todo,
los recovecos de la Sierra,
el asma sobre la hierba fría
la tribuna
el oleaje de la noche
y hasta de que se hacen
los frutos y las yuntas.
No es que yo quiera darte
pluma por pistola
pero el poeta eres tú”.

Barnet no puede ser más explícito y fiel a la verdad creativa al introducirnos en la dimensión del poeta Ernesto Guevara, el Che.
El último poema de este repertorio, titulado: “Canto a Fidel”, esclarece muchas cosas: lealtad al líder de la Revolución cubana, predisposición de cambiar el mundo y luchar por el hombre nuevo. La integración del Che en la expedición del Granma, la lucha guerrillera en Sierra Maestra y el triunfo de la Revolución, de la que él fue protagonista. Ahí, con toda su integridad, estaba el poeta. “No es que yo quiera darte/ pluma por pistola”.
“Canto a Fidel” es una armonía épica de gran valor ético y de convencimiento a favor de una causa noble, sincera, rotunda y el de estar organizado para triunfar. Creer y apostar por la razón del líder es como el Che abre el poema:

“Vámonos,ardiente profeta de la aurora,
por recónditos senderos inalámbricos
a liderar el verde caimán que tanto amas.
Vámonos,derrotando afrentas con la frente
plena de martianas estrellas insurrectas,
juremos lograr el triunfo o encontrar la muerte”.

Fiel compromiso con la lucha para restaurar el ideal de Martí, como base de repeler toda afrenta. El Che, el de la metralleta y el verso, continúa alzando las dos armas sin simulacros para defender la verdad del mundo oprimido. He aquí el hombre, poeta y guerrillero, capaz de erigir en la poesía su gran ideal. El poema a Fidel termina así:

“Y si en nuestro camino se interpone el hierro,
pedimos un sudario de cubanas lágrimas
para que se cubran los guerrilleros huesos
en el tránsito de la historia americana.
Nada más”.

Quedemos pues con tu pensamiento final, estimado poeta de pluma en ristre, por recordarnos: ¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!

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